Zombra vs Sarah Andersen
- Abdiel Ruiz Garcia
- 4 feb 2020
- 3 Min. de lectura
A menos de que vivas debajo de una piedra, ya habrás escuchado que Andersen, una ilustradora de web cómics, realizó un mural que fue inaugurado hace una semana. Mural que hoy en la mañana amaneció "intervenido", "vandalizado" o "grafiteado" por el famoso artista urbano Zombra.
Mientras que la mayoría de las personas reclamaron la falta de respeto a la obra, también salieron muchos conocedores del graffiti e "intelectuales" del arte, defendiendo la intervención de Zombra. Su argumento: El mural de Andersen es una publicidad de Samsung, Pictoline, Tik Tock; por lo tanto, Zombra hizo una crítica a las políticas del arte (o algo así).
¿Quién tuvo la razón? ¿Es realmente esta intervención una protesta? ¿Quién de los dos es el más vendido? Esas y otras preguntas, a continuación.

Sarah Andersen
Una joven ilustradora (27 años) que vive en Brocklyn, Nueva York. Desde que estaba en el colegio empezó a hacer web cómics, y se volvió muy popular gracias a que muchos de sus cómics se usan para hacer memes. También ha escrito e ilustrado algunos libros, entre ellos unas publicaciones de Invader Zim. Además, cuenta con una tienda en línea dónde encontramos desde calcetas hasta pantuflas de conejo.
En 2019 fue invitada al proyecto "Internet Walls", patrocinado por Pictoline, Samsung y Tic Tok. Los otros dos artistas fueron Alex Norris y Gemma Correl. De los tres, Sarah es probablemente la más conocida.
Es fácil identificarse con las caricaturas de Sarah, pues abordan los problemas de la vida cotidiana, como la ansiedad o los miedos a la vida adulta.



Zombra
Si bien, al ser un artista anónimo, no hay información sobre él, podemos decir que ronda entre los 40 años. Es probable que cuente con trabajo formal, o que cuente con bastante dinero, pues por lo que se sabe, ha estado en Japón, probablemente India, París, Miami y Nueva York.
Hay algunos artículos del 2008 que ya hablaban de él como uno de los artistas urbanos más consolidados. Una de sus mayores hazañas, fue entrar al 246 crew. Fundado en Tokio, el 246 crew se conforma por algunos de los artistas urbanos más prestigiados.

Ha expuesto en varias galerías de la ciudad de México y en el museo de arte moderno "Palais de Tokyo" en París. En 2013, estuvo presente en el Miami Art Basel.
Su obra es muy cotizada, pues sólo vende artículos exclusivos o limitados. Según una vista previa de Artsy, una obra suya puede costar hasta 18 mil dólares.


¿Cuáles es el discurso en las obras de Zombra?
Algunos blogs en línea lo describen muy bien:
"Graffiti con esencia pura, sin pretensiones y lejos de lo establecido(...)" de Doble-H.com
"Escritor de graffiti, personaje anómico y arquetípico de una generación sin normas que tiende a la evasión a través de la violencia entendida como hedonismo." Eugenio Echeverría.
En otras palabras: Zombra no tiene ninguna pretensión intelectual. Una noche puede rayar un edificio, y a la otra poner su tag encima de cualquier mural, sea de quien sea.


Veredicto Final.
Zombra no es ningún artista marginado, vende su obra ( y a un gran precio) al igual que Andersen o cualquier otro artista. Tampoco es una forma de protesta, porque de serlo, sería un artista mediocre: siempre repite los mismos patrones y le es indiferente el espacio dónde raya; si fuera una denuncia social, sería un gran hipócrita, pues el no está exento del mercado del arte (como otros artistas urbanos que sí lo están). Es preferible ver a Zombra como lo que es: un escritor de grafitti que inunda las calles con su firma.
Pero entonces, ¿quién tenía la razón? La gente indignada, a mi parecer. Sarah Andersen es una artista popular, y quieran o no, más querida que Zombra, pues mientras que Sarah busca crear algo con lo que la gente se identifique, Zombra busca estar en todas partes, sin importarle nadie. Si la gente en general, prefiere los murales de Andersen sobre los tags de Zombra es por algo.
Zombra, al igual que otros artistas contemporáneos, se sustenta en los halagos de los intelectuales que le atribuyen motivos políticos, mientras que el artista vende productos exclusivos y se pasea por París. No se trata de desprestigiar su trabajo, pero tampoco de aceptarles todo.
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